La capacidad de centrar nuestra atención resulta de vital importancia pero esto se torna difícil cuando las distracciones que experimentamos presentan tintes emocionales. A menudo nos distraemos con diversos estímulos como: los sonidos o las imágenes pero cuando estos llegan revestidos de una capa emocional con frecuencia la distracción puede ser aún mayor.
En este sentido resulta interesante tener en cuenta que la capacidad para prescindir de la distracciones emocionales resulta estar relacionada con la capacidad para eliminar distracciones de carácter sensorial.
De acuerdo a las investigaciones de Richard Davidson, profesor e investigador de la universidad de Wisconsin de EEUU, podemos preguntarnos ¿porque existen personas que pueden centrar su atención a pesar de encontrarse en pleno torbellino emocional?. Dentro de la dimensión de la atención existen varios polos, por ejemplo, el polo “disperso” o el polo “centrado”. El primero lo componen personas que tienden a distraerse con estímulos emocionales que nada tienen que ver con lo que les ocupa. A menudo estas personas presentan una baja activación en la corteza parietal que actúa como si fuera el volante del cerebro, dirigiéndolo. La corteza prefrontal a su vez se centra en mantener la atención.
El segundo perfil se caracteriza por personas que saben centrarse aunque experimenten múltiples intrusiones cargadas emocionalmente.
La emoción y la atención se encuentran estrechamente emparejadas. Dado que los estímulos emocionales dirigen gran parte de nuestra atención, un aspecto relevante para nuestra salud, y bienestar consiste en mantener un equilibrio interno estable que nos permita concentrarnos con calma y resistir a las distracciones.
En el laboratorio, Davidson mide la atención de varias maneras (especialmente atendiendo a las formas de atención que tienen relevancia para el perfil emocional del individuo tal y como señala en su libro), dado que existen diversas formas de atención. Una de ellas es la “atención selectiva” o la capacidad para prestar atención a una sola cosa dentro del océano de estímulos que nos rodea. En este sentido logramos concentrarnos de dos maneras: dando importancia a lo que entra en el canal al que queremos prestar atención (las palabras o mensaje de una frase por ej) e inhibiendo lo que entra en los canales que ignoramos (por ej sonidos, otra voces etc ).
Otra forma de atención muy estudiada es la “conciencia abierta” que aprehende y no juzga la experiencia. Se tratar de la capacidad de permanecer receptivos a cualquier cosa que ocurra en nuestros: pensamientos, sentidos, sensaciones físicas, emociones etc. Alguien que es hábil en este tipo de atención está abierto y receptivo a lo que surja y a menudo experimenta una sensación de alegría y equilibrio emocional.
La práctica de Mindfulness o Atención Plena nos permite cultivar y desarrollar estos tipos de atención favoreciendo que la intensidad de la señal de nuestra corteza prefrontal incremente.
No obstante, no debemos olvidar que la atención tiene un componente emocional, o para ser más precisos que las emociones afectan a la atención. Esto se mide e investiga a través de experimentos en el laboratorio en los que entre otros se presentan secuencias de letras interrumpidas por números (se evalúa el parpadeo atencional de la persona que se relaciona con la reactividad emocional) o incluso estímulos con carga emocional (se presentan imágenes de niños que lloran mientras se observan imágenes de paisajes). Resulta significativo que algunas personas apenas presenten parpadeo atencional, siendo capaces de mantener una conciencia no reactiva que les permite mantenerse ecuánimes.
Muchos elementos y factores relacionados con nuestros aprendizajes y circunstancias de vida influyen sobre nuestra atención y nuestra manera de gestionar nuestros sentimientos. No podemos controlar estos diversos factores y situaciones pero si podemos entrenar y mejorar nuestra consciencia, reduciendo con ello nuestra reactividad emocional y promoviendo una mayor ecuanimidad en nosotros, especialmente ante situaciones adversas y de gran carga emocional.
Extraido del “Perfil emocional de tu cerebro” de R.J. Davidson