Perder un ser querido, vivir una separación, cambiar de trabajo o padecer una enfermedad, son solo algunos de los múltiples desafíos con los que la vida nos confronta incesantemente. A su vez, todas estas adversidades requieren que gestionemos un amplio abanico de emociones desafiantes como la angustia, la tristeza o el dolor.
Por si fuera poco, los medios de comunicación promueven que ignoremos a todos aquellos que por norma general resisten y se levantan una y otra vez ante las dificultades de la vida y reparemos especialmente en aquellos que desarrollan problemas graves de salud mental o cuyo sufrimiento les impiden continuar con la vida una vez experimentan la tragedia.
Las investigaciones de Charles Bonnano apuntan precisamente a que los individuos somos resilientes por naturaleza. Los datos recogidos a lo largo de dos décadas reflejan que las personas que sobreviven a diversos traumas – sucesos de vida que producen un elevado nivel de estrés sobrepasando la capacidad del individuo para procesar e integrar lo sucedido como por ej accidentes o perdidas – tienden a superarlos y a continuar viviendo sin que la vida se detenga o se vea interrumpida para ellos.
Sin embargo, y con excepción de Bonnano y autores como Tedeschi o Calhoun, la mayor parte de la investigación realizada hasta la fecha, ha centrado el foco en los grupos más afectados y con mayor dificultad para rehacer su vida tras el sufrimiento experimentado. También, la psicología, tal vez debido a su juventud como disciplina, ha dirigido gran parte de su atención a curar y sanar el malestar olvidando repara en lo que refuerza, impulsa y afianza nuestro bienestar. En este sentido, la irrupción de nuevas corrientes como la psicología positiva o la medicina preventiva del estilo de vida a principios de este siglo, han ampliado el margen y cambiado el rumbo de la salud mental contemporánea. Tomar consciencia de que podemos cultivar recursos que fortalezcan nuestro bienestar y orientarnos en la prevención de la enfermedad es hoy una realidad vigente y una estimulante área de intervención y desarrollo futuro.
Pero volvamos al principio; la vida es dura, difícil y pocas veces se halla exenta de obstáculos. Sin embargo, las investigaciones sobre crecimiento postraumático realizadas por Calhoun y Tedeschi a lo largo de las dos últimas décadas presentan un panorama esperanzador y ciertamente optimista en lo que a capacidad de aguante y recuperación del ser humano se refiere. En su libro crecimiento postraumático, los autores explican cómo las personas que experimentan algún tipo de trauma, con el tiempo reportan cambios significativos en la manera de percibir y ver la vida.
Resulta sorprendente como, pasado cierto tiempo tras la desgracia, estos individuos parecen comenzar a: interesarse por aspectos existenciales de la vida (como el significado de la vida y la muerte ), tener mayor capacidad para involucrarse en relaciones íntimas, además de aumentar su capacidad de conectar con otras personas que sufren o experimentan malestar.
En la misma línea, un amplio abanico de individuos reporta sentirse más frágil y vulnerable tras lo sucedido y sin embargo poder hacer frente y prevalecer con mayor fortaleza ante las dificultades de la vida. Siguiendo esta línea argumental, conviene destacar el término » preparación psicológica» que la autora Jannoff – Bulman acuñó en 1992 y que explica como los supervivientes de experiencias traumáticas parecen desarrollar con el tiempo una mejor disposición para afrontar futuras dificultades.
¿Interesante no? ¿ podemos añadir algo más sobre ello?
Antes recapitulemos. Parece por tanto que el sufrimiento puede ser un buen maestro y que las dificultades vividas a lo largo de la vida nos permiten revisar prioridades, cambiar de perspectiva y valorar las cosas de otra forma. Transitar las llanuras de la desgracia puede ampliar nuestro kit de supervivencia ayudándonos a ganar consciencia sobre nosotros, los otros y el mundo y potenciar con ello nuestra capacidad y predisposición a afrontar lo que nos toca vivir.
Lucy Hone, investigadora británica en el campo de la resiliencia, señala que el primer paso para ser resiliente es entender que en la vida hay sufrimiento. Sin embargo y paradójicamente, nos pasamos media vida intentando no sufrir sin darnos cuenta de que es imposible. Existen múltiples cosas que no podemos controlar y que nos van a hacerlo pasar mal ¿No sería más fácil aprender a vivir y afrontar esos momentos sin tratar de luchar para que sean de otra manera?
El recién fallecido maestro Thich Nhat Hanh solía afirmar que no hay felicidad sino hay sufrimiento. Con esta frase, y siguiendo las premisas de numerosas tradiciones contemplativas, destacaba la importancia que nos ofrecen los contrastes en la vida para poder valorar y apreciar lo que tenemos. Otros ejemplos de todo ello sería que no podemos valorar el calor sino tenemos frio o la calma sino hemos experimentado la ansiedad.
A su vez, ofrecía una serie de instrucciones para cultivar una mente saludable y resiliente a través de la atención plena. Para ello empleaba la metáfora del “almacén de semillas” con el que comparaba al ser humano y que resumía en 4 posibles acciones.
La primera dirigida a reducir las semillas que ya han surgido en nuestra consciencia y que nos debilitan o perjudican (semillas que tienen que ver con estados mentales como la ira, la avaricia, la envidia o la tristez). La segunda orientada a prevenir que emerjan en nuestra consciencia semillas con esas características. Para ello deberíamos evitar regarlas y alimentarlas impidiendo así que crezcan y adquieran poder. El tercer paso se centraría en regar aquellas positivas que ya han surgido para que se mantengan el mayor tiempo posible en nuestra consciencia (como el bienestar, la alegría, la serenidad) y el último aspecto pondría el foco en regar la tierra de aquellas aun no han nacido pero que son beneficiosas y deseamos que crezcan y predominen en nuestra consciencia.
Además de cultivar una mente consciente y sabia para resistir los golpes de la vida conviene entrenar la actitud ante lo que nos toca vivir. Mindfulness facilita que centremos nuestra atención en el ahora sin perdernos en lo que podría haber sido o pensamos que ocurrirá. A su vez, nos enseña a dirigir la energía hacia cómo nos relacionamos con lo que nos ocurre y no tanto a precuparnos o pelearnos con ello. Por ej si te dan una mala noticia o los planes que tienes no salen como esperabas, el foco no debe estar en darle vueltas a los planes o a la noticia que te han dado (que probablmente ya no puedes cambiar) sino en cómo afrontas ese momento y la actitud con la que lo experimentas. La atención juega un papel muy relevante en este sentido al ayudarnos a darnos cuenta de si nos enganchamos con el pasado o el futuro o si se activan en nosotros modos automáticos de preocupación o incesante cavilación.
En este sentido, la atención, la intención y la actitud conforman tres claves fundamentales desde la mirada de Mindfulness. La actitud es una característica clave dentro del campo psicológico y sobre la que se ha escrito e investigado desde hace décadas. Sin ir más lejos, en los años 60 el famoso psiquiatra y superviviente del campo de concentración Viktor Frnakl desarrolló la logoterapia; un estilo de terapia psicológica que ponía el énfasis en encontrar el sentido vital. Hoy en día, muchas terapias psicológicas de vanguardia, como ACT (Aceptación y compromiso), defienden modelos cuyo núcleo descansa en el valor y el propósito de la vida. Estos pilares resultan fundamentales para impulsar el bienestar y el cultivo de la resiliencia.
Resulta esencial parar y tomar consciencia para descubrir hacia donde queremos navegar. Pero dilucidar y clarificar la orientación no resulta fácil puesto que tiende a ir cambiando con los años. Frankl explica que el ser humano tiende a sumirse en crisis de vacío existencial con recurrencia y que todo ello le debilita y vuelve frágil ante los golpes de la vida.
Hallar la luz del faro que nos alumbre y guíe en la oscuridad de la fría noche al navegar resulta una tarea clave y esencial. Para algunos quizá la luz se encuentre en servir y cuidar a las personas (sanitarios, servicios sociales y de comunidad, voluntariados etc) para otros en descubrir y hallar respuestas (científicos, investigadores) para otros en trasladar el saber (docentes, maestros etc) para otros en dedicar tiempo a sus seres queridos.
Conviene entrenar la atención plena para desde la consciencia vislumbrar metas y direcciones que aporten significado a nuestra vida y nos permitan disfrutar y saborearla con mayor conciencia y plenitud