Parar, detenerse y aquietarse constituyen elementos imprescindibles para sintonizar con lo que emerge en el presente y poder escuchar en profundidad lo que el cuerpo y le mente gritan al unísono.

Intimar con uno mismo no es fácil. Requiere valentía y coraje y conlleva perseverancia y tesón para no desistir, especialmente cuando el miedo hace acto de presencia, y continuar explorando hacia dentro.

Conocerse, implica observarse y familiarizarse con las inclinaciones mentales habituales. También con las formaciones y patrones corporales que se expresan de forma recurrente a lo largo de nuestra anatomía, como pueden ser las tensiones o los bloqueos. De la misma forma, requiere grandes dosis de curiosidad y una apertura y aceptación hacia la experiencia, sin tapujos, ni medias tintas, para saborear el bienestar y la belleza de la vida y a su vez, sostener el sufrimiento y la insatisfacción que también conforman la base de la naturaleza humana.

Mirar hacia adentro no significa estar ensimismado, ni desconectar del mundo exterior. Al contrario, más bien apunta hacia un camino de encuentro, donde la comunión con uno mismo y su entorno resulta esencial. Se trata de establecer contacto con algo muy primario e intuitivo pero que, sin embargo, tiende a ignorarse y pasarse por alto con suma frecuencia.

Recorrer kilómetros hacia dentro precisa de tiempo y de una cadencia distinta a la de la vida cotidiana. A menudo, requiere cultivar: la quietud, el silencio y la conexión con el entorno natural. No obstante y paradójicamente, entre sus intenciones más profundas, también se encuentra el diálogo con uno mismo a través de preguntas significativas, que descansan en la parte más nuclear de la persona, por debajo del ruido y la continua distracción.

¿Quién soy? Para que estoy aquí? ¿A dónde voy? Pueden ser ejemplos de este tipo de preguntas, cuya respuesta requiere una escucha auténtica y profunda a la par que reflexión sosegada y dilatación temporal.

Los juicios, las creencias, las opiniones sobre los demás y los roles que ejercemos y desempeñamos en la comunidad y sociedad de la que formamos parte, tienden a impedir que conectemos con aquello que es esencial, impidiéndonos responder con claridad y serenidad, a este tipo de cuestiones.

Mindfulness nos ayuda a parar y a cultivar la apertura para habitar el momento presente. Implica disciplina y entrenamiento continuado para adiestrar la mente y colocar el foco en el presente; eso sí, sosteniendo una actitud cálida y comprensiva hacia nuestra persona y la continua dispersión  en la que tantas veces podemos descubrirnos.

A su vez, nos ayuda a indagar en nosotros mismos, facilitando el autoconocimiento, así como que nos familiaricemos con nuestros movimientos e impulsos internos, dentro del plano: físico, emocional y mental.

Integrar estos 3 niveles y establecer equilibrio entre ellos supone parte de la hoja de ruta hacia la interiorización y el autodescubrimiento personal.