La palabra “budismo” significa girarse hacia dentro y es prima hermana de la palabra “insight” o darse cuenta que, dentro del marco de la psicología occidental, apunta a explorar dentro de uno mismo y a la toma de consciencia.
Girarse o mirar hacia dentro resulta esencial en la mayor parte de las tradiciones contemplativas. Un mirar que no solo nace desde el movimiento sino también desde la quietud. Se ejercita y desarrolla a través de la introspección, que favorece, de esta forma, la indagación y el autoconocimiento sobre nuestro mundo interno.
Pero entrenar la atención y la observación de forma regular, concisa y paciente, no resulta fácil y a su vez se torna esencial para poder descubrir nuestra biosfera interna, repleta de colores y formas diversas que representan nuestros: sentimientos, emociones y sensaciones; y que al igual que las corrientes marinas, se renuevan y cambian en cada momento dentro de nosotros.
Con el paso del tiempo, la conciencia y la perseverancia agudizan la mirada volviéndola más profunda y tornando nítidos los matices más sutiles. El aquietamiento del cuerpo y de la mente, contribuyen al desarrollo de dicho de proceso, que, a base de entrenamiento, posibilita que percibamos movimientos cada vez más pequeños y establezcamos asociaciones cada vez más sutiles entre cogniciones, sentimientos y sensaciones concretas.
Sin embargo, los tiempos que vivimos, inundan al individuo de likes, dislikes, trending topics, mensajes y videos varios y lo arrastran en forma de torrente tecnológico, desbordándole y anulándole con frecuencia.
Permanecer estables y en calma representa hoy en día, en el mejor de los casos, un enorme desafío. La agitación y continua activación a la que nos somete el torrente incesante de estímulos nuevos, nos mantiene en constante alerta y dificulta que podamos cultivar estados de menor movimiento y mayor pausa y silencio. Este estado de alarma no es gratuito pues a la larga se vincula con problemas de estrés, ansiedad y condiciones crónicas como el insomnio o el envejecimiento prematuro de las células del organismo.
Mantenerse quieto, no resulta sencillo en plena tempestad emocional. De hecho, lo intuitivo y habitual es moverse y tratar de escapar o zafarse del vendaval. Sin embargo, conviene recordar, que emociones primarias como el miedo o la rabia pueden tomar el control de nuestros pensamientos e impulsos y hacernos reaccionar de forma desproporcionada (por ej al recibir malas noticias, sentir presión en el trabajo o ante personas que nos generan inseguridad) activando respuestas automáticas de supervivencia e impidiendo que paremos y tomemos consciencia. La pausa y la quietud, paradójicamente, favorece que nuestros circuitos cerebrales se reorganicen implicando la corteza cerebral para que nos ayude a darnos cuenta de lo que nos ocurre.
El maestro Thich Nhat Hanh afirma que la práctica de detenerse es fundamental y que, si no somos capaces de detenernos, no podremos tener una visión clara. Parar y reducir el movimiento, resulta, según el sabio, indispensable para distinguir las piedras, las hierbas y la tierra que oscurecen el fondo del rio e impiden ver con nitidez lo que está ocurriendo.
En los círculos zen se cuenta una historia acerca de un hombre y un caballo. El caballo galopa velozmente, pues por lo visto el hombre que lo monta se dirige a algún lugar importante. Otro hombre al borde del camino le grita: ¿Adónde vas?, y el individuo contesta: ¡No lo sé! Pregúntaselo al caballo.
Como dice el maestro, esta es también nuestra historia. Montamos un caballo pero no sabemos a dónde nos dirigimos. Corremos sin parar, sin dirección y sin poder para el trote. El caballo representa la energía de nuestros hábitos que nos arrastra sin que podamos hacer nada. Siempre estamos corriendo, luchando, incluso cuando dormimos. El poder de la quietud se torna fundamental para serenar el ajetreo y conectar con el silencio que también yace dentro.
Pero es que…a menudo el movimiento tiende a valorarse más positivamente y a captar nuestra atención con mayor facilidad que lo que permanece quieto. Por verlo con un ejemplo, si observas el océano y percibes oleaje, tu mirada tenderá a situarse en las olas que vienen y van y no en la parte del mar que no presenta movimiento. Si observas un video, lo lógico es que tu atención se pose en los elementos dinámicos; por ej la persona que habla, si mueve los brazos o cambia su expresión facial, y no en los estáticos, como el fondo de la pantalla o el mobiliario.
Con frecuencia se asocia la quietud con el aburrimiento y el hastío, pero nada más lejos de la realidad. Mindfulness nos ayuda a parar para familiarizarnos con nuestros sentimientos y estados corporales internos desarrollando así nuestro sentido propioceptivo (al percibir la ubicación y el movimiento de nuestros órganos internos).
Tal vez la quietud aclare respuestas y brinde descubrimientos de los que el movimiento no puede dar cuenta. Como dice el escritos Pablo Dor´s en su libro biografía del silencio “ Uno de los primeros frutos de mi practica de meditación fue la intuición de cómo nada en este mundo permanece estable”…”lo curioso es que este descubrimiento me vino por medio de la quietud”
Aquietar el cuerpo para aquietar la mente y aquietar la mente para aquietar el cuerpo resulta una hoja de ruta esencial para vivir más plenamente y seguir favoreciendo el darse cuenta . Quizá con el tiempo y cierta disciplina, equilibremos nuestra tendencia de atender a lo externo, aprendiendo a conceder igual o mayor importancia a las corrientes marina internas.