Lo buscamos con ahínco. Cada vez con mayor celeridad. Resulta efímero, y en estos tiempos tiende a menguar y a brillar por su ausencia. Su contrario es el ruido que se ha erigido como amo y señor del castillo de esta nueva vida confeccionada por estímulos y distracciones múltiples.

Nos referimos al silencio, el nuevo lujo de nuestros días. La gente paga por este antiguo elixir convertido ahora en novedad, en business y en símbolo de estatus. Estancias en silencio, retiros de meditación, jornadas detox en la naturaleza, comida vegetariana en modo slow en la empresa sin ruido.

Pero eso no es todo, la lista continúa. Vagones en silencio, oficinas y casas insonorizadas, (especialmente en las grandes urbes ahora se habla de barrios y distritos de silencio), earpods de última generación, que garantizan la calidad del sonido, pero y que también lo anulan bloqueando los bombardeos sonoros.

Desde tiempos remotos, la psicología se interesó por este elemento y lo utilizó para estudiar y comprender los efectos del estrés en el organismo. Durante años se observó cómo los animales (habitualmente ratas, que han sido las cobayas principales de muchos experimentos psicológicos) superados ciertos decibelios manifestaban síntomas de incomodidad, discomfort e irritación visible. No solo la cantidad de volumen era determinante, también lo era el tiempo.

El ruido prolongado tensa el sistema nervioso, drena la energía y aumenta la fatiga de los seres humanos, comprometiendo la habilidad natural del organismo para descansar y permanecer estables emocionalmente. Las personas que desempeñan profesiones con ruidos constantes (fabricas, maquinaría) presentan mayores riesgos para la salud (aunque dispongan de cascos insonorizadores que los protejan).

Para hablar de silencio con propiedad debemos entender que no es únicamente ausencia de ruido. Cuando hablamos de ruido apelamos también a la información, a la avalancha de estímulos, videos, noticias, posts o anuncios que conforman nuestra experiencia diaria.

Conviene distinguir entre silencio externo (volumen, luces, pantallas, tuits o stories) e interno. El segundo en cambio apunta a pensar menos, bajar la radio y la constante preocupación, dejar de analizar y viajar al pasado o al futuro. Se trata de mantener cierto sosiego interno que nos ayude estar en lo que está ocurriendo y no en lo que ya fue o aún está por suceder.

El filósofo francés Pascal haya por el siglo VXII afirmó que la mayor parte de los problemas del ser humano provienen de su incapacidad para permanecer en una habitación solo y en silencio.

Como curiosidad y para dar soporte científico a esta afirmación en 2014 la universidad de Harvard realizó un experimento curioso donde se pedía a los estudiantes que permanecieran en una habitación sin distracciones (móviles etc) y en silencio durante un tiempo. La idea era que pudieran observar y estar con sus propios pensamientos. La media que aguantó el alumnado fue de 6 minutos. Todo ello nos habla de las dificultades para estar con nosotros mismos en paz y tranquilidad

Los beneficios que el silencio trae consigo pueden medirse en los retiros de meditación (Mindfulness). Después de 5 días de silencio y práctica continua de Atención Plena o Mindfulness se observa que se reduce el nivel de estrés percibido, nuestro sistema nervioso se calma y disminuye la presión arterial mejorando nuestra salud cardiovascular.  A su vez nos permite ser más creativos generando espacio mental para fabricar nuevas ideas y desarrollar enfoques sobre el mundo y la vida.

El silencio no debería ser un lujo sino algo accesible y alcanzable para todas las personas. Debemos pensar a un nivel macro para su implementación. Leyes que permitan la desconexión laboral y digital, espacios comunitarios silencioso – parques y zonas que inviten a la reflexión y a la pausa – así como diseños paisajísticos que aíslen del ruido.

Por supuesto a nivel micro podemos hacer mucho, como por ej ir más despacio, llegar a los sitios con tiempo, hacer menos cosas, meditar más  y estar más presentes con aquellos que compartimos nuestro tiempo y vida. Recuerda que al igual que nos contagiamos de la prisa también lo hacemos de la pausa y la desaceleración cotidiana.